lunes, 26 de noviembre de 2007


CONTAR PARA RECORDAR

La historia que a continuación les relato debe ser contada respetuosamente, pues se trata del “San José del San José”.

Hace alrededor de 15 años, en la Bodega de rezagos del Servicio de Salud Metropolitano Norte, encontré una estatua de tamaño natural de San José con Jesús en sus brazos, abandonada entre muebles clínicos y equipos médicos en desuso.

San José presentaba múltiples lesiones superficiales, cuya distribución indicaba la acción traumática del tiempo, el abandono y el olvido. La lesión principal estaba en la extremidad superior derecha, donde tenía una amputación de 5 cms. por encima de la articulación radiocarpiana.

La mano y parte inferior del antebrazo la encontré algunos días después. El tiempo transcurrido y sus bordes irregulares impedían una implantación directa en la estatua que en todo caso, requería de hospitalización.

Con algunos funcionarios de buena voluntad decidimos hacer el difícil traslado con los medios y métodos habituales a nuestro alcance inmediato, comprobando de ese modo que santos y pecadores son acogidos sin diferencias.

Una tarde fría de lluvia, en una camilla blanca, tapado y asegurado, el maltrecho patrono San José fue subido a una ambulancia y sin estridencia alguna fue llevado de regreso a su viejo hospital San José.

Sin acuerdo previo la camilla fue rodada rápidamente como de urgencia, sin detención en Portería, hasta el patio central del hospital. No olvidaré las caras de asombro y reprobación del personal de portería y otros que circulaba por allí, cuando nos vieron poner a nuestro “paciente” de pie, a la intemperie … Y allí permaneció por largo tiempo, inmutable, con sus lesiones y amputaciones.

Un llamado que se mantuvo por años a los pies de la imagen decía: “Démosle una mano a San José”, en donde fue agregada una frágil alcancía de cartón, que fue siendo reemplazada de tiempo en tiempo por otras mas resistentes.

Enfermos o familiares agradecidos o esperanzados, materializaban esos sentimientos con su aporte monetario. Ignoro cuantas fueron o como rodaron esas pequeñas monedas, no tiene mayor importancia, porque gracias a ello San José tiene ahora sus dos buenas manos de carpintero y una túnica que es la antigua, pero bien remendada y además, un gran edificio nuevo.

Esta historia es del todo verdadera y nuestro San José hoy en día está donde debe estar, para algunos casi desapercibido, en un rincón muy a la izquierda de la sala de recepción principal de su hospital.

Dr. Jorge Sanhueza Cruz